«Nosotros en la luna», de Alice Kellen

mayo 24, 2021

La literatura juvenil resurgió tanto en producción como en calidad a mediados de los 2010s. El fenómeno «Crepúsculo» y la creación de comunidades lectoras—apoyadas por el peso que ganaban las redes sociales—propiciaron una mayor apuesta en el género por parte de las editoriales, creando incluso líneas dedicadas a este público. En ese contexto daba sus primeros pasos Alice Kellen, quien se estrenaba en el papel en 2014 con «Llévame a cualquier lugar», publicada por Plataforma Neo. Poco a poco, Kellen se convirtió en una de las autoras de romántica juvenil más conocidas y prolíficas hasta la fecha, con dos bilogías, una trilogía y varias obras independientes a su espalda. Hoy os hablo de una de estas últimas, publicada a finales de 2020 bajo el título «Nosotros en la luna». 

Cuando Rhys y Ginger se conocen en las calles de la ciudad de la luz, no imaginan que sus vidas se unirán para siempre, a pesar de la distancia y de que no puedan ser más diferentes. Ella vive en Londres y a veces se siente tan perdida que se ha olvidado hasta de sus propios sueños. Él es incapaz de quedarse quieto en ningún lugar y cree saber quién es. Y cada noche su amistad crece entre emails llenos de confidencias, dudas e inquietudes. Pero ¿qué ocurre cuando el paso del tiempo pone a prueba su relación? ¿Es posible colgarse de la luna junto a otra persona sin poner en riesgo el corazón? Una historia sobre el amor, el destino y la búsqueda de uno mismo.

Alice Kellen tiene el maravilloso talento de enganchar al lector desde el primer momento. No importa que no conozca aún a sus personajes o que la historia tampoco haya arrancado. El primer encuentro siempre está repleto de magia y grandes diálogos para que el lector decida embarcarse en esa aventura hasta el final. Para «Nosotros en la luna» Kellen decide trasladarnos a París, donde una pareja de desconocidos descubrirá la ciudad conforme descubren detalles el uno del otro, al más puro estilo «Antes del amanecer». 

La historia de Rhys y Ginger se desarrolla a través del tiempo y la distancia, primero lento y después de golpe, como diría John Green. Ninguno de estos inconvenientes consigue romper la relación de amistad (¿o quizá algo más?) entre los dos protagonistas, quienes encuentran en el otro un verdadero confidente, un hombro en el que apoyarse y una persona que les ayuda a ver la mejor parte de sí mismos. Las desventuras que surgen al encontrarse en momentos diferentes de su vida son las que aportan naturalidad a la relación de los protagonistas, regalándonos, además, divertidos e inesperados giros narrativos que mantenernos pegados a las páginas de «Nosotros en la luna». 

La figura del doble narrador es imprescindible para empatizar con los dos protagonistas y, en este caso, también para aportar cierto realismo a una historia demasiado idílica. La distancia física entre los dos protagonistas y el tiempo que pasa entre cada una de las misivas pide a gritos escenas donde sus personajes principales diserten sobre sus experiencias y sentimientos hacia el otro, algo que la autora ha sabido manejar con equilibrio y agudeza. Además, intercalando el género epistolar y la narrativa Alice Kellen ha conseguido otorgar a cada uno la profundidad individual y el contexto adecuados. 

Probablemente esta sea una de las razones por las que más sufre el personaje de Rhys en lo relativo a la construcción de personajes. Ginger es completamente coherente, incluso cuando decide salir de su zona de confort. Sin embargo, hay cierta artificialidad en Rhys que se produce al mezclar el hombre “alternativo y libre” que es pre-Ginger con el que va modificándose a raíz de su primer encuentro. Si bien a primera vista parece una evolución creíble, ciertos detalles y diálogos de la narración no acaban de cuadrar del todo con la imagen que la autora intenta mostrarnos de él, y mucho menos con la que tiene la protagonista femenina. Esta disociación entre el personaje “vendido” y el personaje que se muestra entre líneas llega al punto de ebullición con el episodio de la fiesta de Ibiza. Ese fue el momento en que, a mi parecer, Rhys deja de tener coherencia narrativa en pro de un mayor e injustificado dramatismo. 

Aparte de lo ya mencionado, una de las grandes razones por las que no pude conectar con la historia de Kellen fue el formato en que lo leí. Recurrí al audiolibro oficial mediante eBiblio, en parte para iniciarme en este tipo de formato tan alabado por muchos booktubers. Contaba con dos voces, una femenina y otra masculina que, al igual que en el papel, cambiaba dependiendo del punto de vista del narrador. El problema es que, a pesar de tener dos voces, la narración de los diálogos se llevaba a cabo, por ejemplo, con la voz femenina poniendo un registro más grave cada vez que dictaba las líneas de Rhys, en lugar de recurrir al otro locutor. Un gran problema para el lector que se habría solventado de manera bastante fácil a la hora de confeccionar el audiolibro. 

En general, «Nosotros en la luna» es una lectura adictiva y entretenida que brilla, sobre todo, por la fortaleza de su protagonista y la maestría de los giros narrativos creados por Alice Kellen. 

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